Escuchando al corazón




En el mundo necesitamos más personas que amen lo que hacen, y no que busquen tener más. Porque cuando encontramos eso que amamos hacer en la vida, nos movemos con una entrega infatigable y apasionada, que en sí misma es profundamente gratificante.





Los niños con habilidades emocionales son más felices, más confiados y tienen más éxito en la escuela, así lo afirman algunos estudios científicos. A su vez, estas habilidades serán las bases que darán lugar a adultos responsables, seguros, sanos y prósperos. Lo ideal es que tanto en la casa como en la escuela, padres y maestros trabajen en equipo con una mirada comprensiva hacia cada niño.
Es que en el siglo XXI lo importante ya no es la transmisión de conocimiento, sino la dinamización de recursos y mantener sanas a las personas. El que aprenda y memorice fechas de batallas históricas o reglas lingüísticas, hoy no es lo esencial. Fijate, toda persona con un teléfono celular desde cualquier centro urbano puede acceder a un corrector de texto, calculadora y a más información que la existente en una biblioteca entera, y todo ello en cuestión de segundos con presionar unas teclas. En la era digital la información está al alcance de todos.
Hoy día abundan casos de niños y jóvenes entre los que pulula el consumo de drogas, promiscuidad, riñas, discriminación, accidentes automovilísticos, violencia, bullying, depresiones, vacíos existenciales y espirituales, consumismo, bloqueos, entre otras señales que no vaticinan buen destino en la dirección tomada. Señales que ameritan una reflexión sobre qué tipo de educación es la que necesita la sociedad actual, y principalmente la futura a mediano y largo plazo.

Si le preguntás a cualquier madre o padre qué quiere para su hijo, todos, palabras más palabras menos, en su sano juicio dirán: “¡que sea feliz!”.
¿Son las comodidades las que traen felicidad? No, puesto que cuando abundan los lujos, nos aburguesamos y siempre queremos más, generando en muchos casos una insatisfacción creciente. 
 
La felicidad es un sentimiento estable -y no efímero como la alegría- que surge como consecuencia de llevar una vida con sentido, es el bienestar y serenidad que sentís al saber que estás en la dirección correcta. No es estar contento o reírte todo el tiempo, sino una sensación de orgullo y tranquilidad de entregarte a eso que amás hacer en la vida siendo consecuente con vos mismo. 
 
Pero, ¿cómo reconocer e identificar cuál es ese camino o eso que amo hacer en la vida? Escuchando al corazón. No es lo que papá, mamá o la sociedad espera de vos, sino lo que dicta "tu corazón”. 
 
En este sentido el zorro le enseñaba al Principito “no se ve bien si no es con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos”. Lo esencial –lo que nos hace auténticamente felices-, no lo percibimos con los sentidos, sino con las emociones. Son cada una de las emociones las que nos informan donde está y donde no, la senda correcta -hacia la autorealización personal-.

Así por ejemplo un niño, joven o adulto rodeado de afectos, amistades, deporte, estudio y proyectos o hobbies que ame, no será proclive al consumo de drogas, riñas ni otras conductas riesgosas, pues su vida estará llena de hábitos saludables y gratificantes que disfruta, los que no dejan espacio a los sufrimientos de la mente. Sin embargo, muy probablemente en aquellos sujetos que tengan excesivo tiempo ocioso no tardará en anidar el pesimismo que tarde o temprano lo llevarán a estados emocionales perjudiciales. De los que a su vez, eventualmente, buscará escapar mediante placeres vanos, empeñando la vida,pagando el precio de no escuchar al corazón.


Así que por qué vos papá, vos mamá no empezá a cargar la mochila imaginaria de tus hijos con habilidades emocionales desde muy chicos, brindándoles un espacio donde se los acompañe a conocerse a sí mismos, para aprender a identificar sus emociones y pensamientos.
Que ejerciten habilidades emocionales y sociales, de comunicación, resolución de conflictos, que les permita descubrir sus vocaciones, sus gustos, sus habilidades e intereses. En fin, auto-descubrirse, para disfrutar de una existencia plena y lleguen a ser todo lo que cada uno de ellos pueda llegar a ser, desplegando al máximo sus potencialidades, apreciando en el mejor de los sentidos el hecho de que somos únicos e irrepetibles. Cultivaríamos así la autoestima, base de la confianza en sí mismo y escudo protector que los ayudará a reaccionar ante los desaciertos, las pérdidas, la vergüenza e inmunizándolos ante tentaciones como las drogas, alcohol o comportamientos riesgosos, estableciendo lazos afectivos auténticos con sus pares y tutores, donde se respeten a sí mismos y exijan respeto de los demás.

Hablar con los niños sobre sus sentimientos les enseña que es normal sentirse enfadado o triste y hasta tener miedo, aprendiendo así a manejar y tolerar dichos estados. Cuando pueden identificar sus sentimientos, pueden resolver sus problemas y elegir mejor en pos del cumplimiento de su proyecto personal.


Fuente: Adaptado de Fundación Educación Emocional.

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