“Sueño que llegue el domingo”
No había prisa por llegar
a casa tras el acostumbrado recorrido. Después de todo hay receso
escolar de invierno. Con una mirada brillante y una voz segura,
aquella que demuestra el talento de un vendedor, a pesar de su corta
edad (11 años) seguía su camino ofreciendo dulces de guayaba,
batata y maní.
Marco empezó a entablar
conversación, mostrando lo que llevaba en su gastada canasta de
mimbre, donde unos pocos guaraníes eran señal de una fructífera
jornada de trabajo. Hay niños en mi país que trabajan, la escuela
de la vida, entre la necesidad y la cultura, los obliga a crecer
saltando etapas.
Son como dos kilómetros o
más entre ida y vuelta a su casa en uno de los asentamientos de
Capiatá, donde vive con sus hermanitos, su padre y madrastra. “Sueño
que llegue el domingo”, me dijo...Es que su madre prometió
llevarlo de vacaciones, no importa el lugar, soñar con ese momento
del reencuentro lo motiva en el camino. Un placer acompañar a este
pequeño, unas cuadras, donde más que dulces me vendió su corazón.
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